Cuando una vez me dijeron que estaba loca, acepté el dictamen sin protestar: fue ésa la primera vez en la vida que se hizo justicia conmigo. Que nadie venga ahora a reclamarme cordura; mi cordura es mía y no pienso compartirla con nadie.

viernes, 28 de mayo de 2010

Aquella vez

Esa vez se dio cuenta de que lo que estaba controlándola era el corazón. Junto a una copa esperaba el momento sin aún saberlo. Cuando las piernas se mueven solamente hacia donde está él y además se estira el tiempo en el que se miran a los ojos, no hay marcha atrás. Cuántas veces había sentido lo mismo hacia esa persona hacía algunos meses, y todo se había desvanecido hasta el punto de fingir que no quedaba nada. Vivir de forma egoísta y despreocupada hasta olvidar, y dejar de sentir hasta que el corazón se empeña en hacerlo otra vez. Esta vez el tiempo no se lo había llevado todo, solo lo ha alejado para volverlo a traer. Esas ganas de tocarle, abrazarle y besarle se hacían cada vez más fuertes, y a la vez frustrantes, a medida que pasaba el tiempo. Ante la atenta mirada de decenas de personas, ella movía su cuerpo pidiendo al destino unos recuerdos que habían ido desapareciendo. No todas las situaciones se arreglan con una sonrisa, pero entre ellos siempre había funcionado. Atrás quedaba el rencor, las dudas y los miedos, hacia delante fluía el tiempo. Cada vez era más corta la distancia y como si el destino ayudara y ellos dos se hubieran puesto de acuerdo, los cuerpos se rozaban a unos centímetros. Sentían su aliento y se miraban a los ojos. El corazón latía tan fuerte que ella sentía el de él, y él el de ella. Se repetían los sentimientos mal aprovechados unos meses atrás, y esos mismos sentimientos se encontraban ahora demasiado unidos entre cuatro paredes y en dos cuerpos. Los labios de él la volvían loca, la mirada de ella le estremecía hasta el punto de no poder mirar a otra parte. Los aromas se juntaban y ya las palabras no salían de la boca. Todo salía de los ojos. Ese instante duró pocos segundos pero a ellos les dio la vida. El roce de los labios llegó en el momento preciso y junto a un latido fuerte que separó los centímetros entre los dos cuerpos. Ese gesto lo habían repetido más veces, pero ninguna como aquella. En ese instante, ella supo que nunca podría dejar de comparar aquel beso con el resto que los besos que más tarde alimentarían su vida...




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