Quien me iba a decir a mí hace 10 meses que acabaría trabajando en un idioma del que nunca había pensado, que iba a tener la oportunidad de hacerlo y la capacidad de entender algo. A pesar de cosas que han ocurrido no voy a arrepentirme de nada, porque yo siempre he sabido que todo ocurre por algún motivo, y si ocurre, y sigues siendo feliz, no hay por qué preocuparse, al fin y al cabo, las personas siempre lucharemos por nuestra propia felicidad, y es lo que se debe hacer.
Un Erasmus no es solo lo que he escrito al principio. Es una experiencia que te hace abrir los ojos, que te hace madurar, que te abre a un mundo de viajes, fiestas, idiomas y locuras que no podrías tener en tu propia casa. Es un mundo de independencia, de cosas nuevas que aprendes a amar y que aprendes a usar sin caer en todo eso que llaman "la mala vida". Porque yo como Erasmus la he liado parda, sí, pero no me había sentido nunca tan responsable como hasta ahora. Extraño, diréis, pero es verdad.
Y quién me va a quitar a mí ahora los viajes, la gente, esos amigos que he hecho que seguramente un día desaparezcan, pero que me han proporcionado el mejor año de mi vida.
Pero no se puede ser Erasmus toda la vida (el cuerpo no lo aguanta!!), y llegas a asumirlo. Aunque con tristeza, siempre sabré que esto es una de las cosas que más me ha ayudado en todos los sentidos.
Aún sigo aquí, en mi querida Bélgica, y aún me queda un mes para disfrutarla. Casi no hay sol, ahora estoy trabajando, y me falta mucha gente que antes tenía prácticamente todas las semanas a mi lado. Pero estoy bien, con el cuerpo como nuevo, la mente en su sitio, ganas de volver a España también, ganas de cambiar el mundo, orgullosa de decir que todos estos meses he sido feliz y recomendándoselo a todo el mundo.