Cuando una vez me dijeron que estaba loca, acepté el dictamen sin protestar: fue ésa la primera vez en la vida que se hizo justicia conmigo. Que nadie venga ahora a reclamarme cordura; mi cordura es mía y no pienso compartirla con nadie.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Pasiones romanas

En el aeropuerto, hay un mundo que transcurre a su alrededor a pesar del gesto de indiferencia con que él lo observa. Existe paralelo a la vida real, pero no se confunde con ella, porque tiene ritmos propios. Es un universo de idas y venidas, de rostros que se cruzan un instante, sin que nadie se esfuerce por retener los rasgos de los demás. Alguien que no tiene nombre ni historia, que desaparecerá hacia destinos que no importan. Hay una sensación de provisionalidad. Cualquier impresión resulta efímera, como un soplo de aire que se lleva los recuerdos, las imágenes, aquel deseo incipiente. Todos están de paso, con el pensamiento en un lugar distinto, con la certeza de que habitan un paréntesis momentáneo, una parada forzosa antes de continuar la vida. Hay muchas historias que empiezan o acaban. Los reencuentros y las despedidas se suceden, como secuencias robadas de una película. Aquella pareja que se dice adiós mientras los dos intuyen que no volverán a verse. Otra pareja se abraza con la percepción de que el mundo se para. Mujeres y hombres que cruzan sus caminos sin mirarse. El azar les da la oportunidad de un encuentro que desaprovechan. Tal vez hacen lo correcto; quizá se equivocan.



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